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Este breve texto ofrece una perspectiva histórica de la deuda ecológica que las naciones colonizadoras, denominadas «desarrolladas», han acumulado (sin nunca haberla contraído formalmente) con su entorno, así como con las poblaciones del «tercer mundo». Esta perspectiva es tanto más interesante cuanto que este texto, escrito originalmente en 2002, sigue siendo dramáticamente actual veintitrés años después, lo que atestigua el trágico inmovilismo que ha caracterizado estas décadas, que a menudo se perciben como arrastradas por una «aceleración» inmanejable.