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El caos que experimentamos temporal pero inevitablemente en la adolescencia no está tan alejado de la experiencia que tenemos en la mayoría de las redes sociales, cuyos efectos destructivos podemos ver ahora en nuestra vida en común. El clima interno que nos imponen estas plataformas está moldeado por arquitecturas virales y explotado por los ingenieros del caos que quieren hacer la vida imposible en nuestras frágiles democracias. De la experiencia colectiva de conexión adolescente con todo lo que se mueve, solo para ver, hemos pasado a un caos psicótico. Ya es hora de romper estas máquinas del caos y establecer la vida en los espacios que captan nuestra atención. ¿Cómo lograrlo?