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En este artículo se examinan las implicaciones teóricas de considerar el lenguaje como una práctica en la adquisición del lenguaje. Se presenta una síntesis crítica de la manera en que se ha movilizado la noción de experiencia en los enfoques no innatos de la adquisición del lenguaje. Tras una breve historia del surgimiento y desarrollo de esta noción en el campo, mostramos que, a lo largo de las décadas, la experiencia lingüística se ha entendido desde diferentes perspectivas: como pura exposición (en términos de duración del contacto con una lengua o de cantidad de palabras o construcciones escuchadas), desde el uso (frecuencia y función de las construcciones lingüísticas) y desde las prácticas sociodiscursivas (juegos de lenguaje, géneros discursivos, actividades). Se defiende la tesis de que la adquisición no se explica únicamente por la exposición pasiva a formas lingüísticas, sino que resulta de la participación activa del niño en interacciones sociales y actividades comunicativas. A partir de ejemplos de interacciones familiares y en guarderías, el artículo ilustra cómo los niños se apropian de las formas lingüísticas y de sus valores pragmáticos en contextos sociales y dialógicos. También se destaca la necesidad de incorporar en la reflexión la diversidad cultural y las configuraciones interaccionales de los entornos sociales. De este modo, la experiencia se presenta como un concepto clave para comprender la diversidad de las trayectorias de desarrollo. En conclusión, la experiencia del lenguaje no puede entenderse al margen de su dimensión comunicativa. Esto implica que el lenguaje se adquiere mediante el uso y a través de interacciones integradas en prácticas sociales.