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Las consecuencias psíquicas del nacimiento prematuro acentúan las dificultades de las primeras interacciones entre madre e hijo. La depresión materna y los trastornos de estrés postraumático perinatal son cuadros clínicos bien conocidos por los profesionales de la neonatología. Si bien estos cuadros son frecuentes, rara vez se reconocen y se tienen en cuenta. En el caso de la depresión, el embotamiento de los afectos y de la sensibilidad de la madre afectan su adaptación al comportamiento del niño. Las madres que desarrollan un trastorno de estrés postraumático pueden no ser sensibles a las señales de su bebé. Bloqueadas en sus emociones, pero a pesar de todo decididas, es posible que los cuidados que prestan a su recién nacido sean percibidos como automáticos. Estas interacciones tempranas conllevan un riesgo de trastornos del neurodesarrollo y dificultades de regulación del comportamiento. Los programas de atención centrados en el niño y su familia, que ofrecen una observación detallada del comportamiento y las interacciones, son una de las claves para la atención y la prevención de estas situaciones de alto riesgo.