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En 2011, en Siria, la diplomacia representaba tanto un medio esperado para salir de la crisis como un objeto de lucha entre el régimen y la oposición. Se inicia una competencia por la representación en el extranjero entre un aparato estatal debilitado por las protestas y una oposición en construcción. Por lo tanto, este artículo pretende enriquecer la comprensión de la guerra civil siria a la luz de los aparatos diplomáticos construidos por sus diferentes actores. Su participación en la escena internacional da la impresión errónea de un juego diplomático de suma cero: el reconocimiento perdido por uno podría ser recuperado por el otro. Pero, para comprender estas dinámicas, es fundamental abandonar una visión normativa de lo que es o debe ser la diplomacia y estudiar lo que define al diplomático. Este enfoque nos permite volver sobre las cuestiones de aptitudes, aprendizaje y lealtad para estudiar tanto a los diplomáticos del régimen como a los de la oposición y comparar sus perfiles, su organización y su ámbito de acción.