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Inglaterra, Alemania, Países Bajos, Estados Unidos… En los últimos años, cada vez más países desarrollados han visto surgir protestas populares contra las medidas ecológicas o de lucha/adaptación al cambio climático; protestas que han sido cooptadas por diversos partidos con distintos grados de populismo. El ejemplo más emblemático es sin duda el de Donald Trump, que centró gran parte de su campaña de 2024 en el backlash (rechazo) medioambiental, que ahora se compromete a poner en práctica. En Francia también ha surgido este movimiento de protesta a medida que se han ido aplicando las políticas de transición y, de cara a las elecciones municipales de marzo de 2026, podría servir de trampolín a la extrema derecha, siempre lista para explotar el descontento de la opinión pública. ¿Pasaremos de una «ola verde» (observada en las elecciones de 2020) a una «ola marrón», se preguntan Manon Loisel y Nicolas Rio? El riesgo es real, habida cuenta de la tensión que suscita actualmente la transición ecológica. Pero nada es inevitable si los responsables políticos logran darse cuenta de que este rechazo no tiene tanto que ver con la ecología en sí misma, sino contra la injusticia, real o percibida, de las medidas resultantes. Piden que se preste más atención a cómo se reciben las políticas de transición, para que los próximos debates electorales brinden la oportunidad de discutir colectiva y democráticamente la forma más equitativa de adaptar Francia al cambio climático. S.D.