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A principios de los años noventa, El Salvador y Nicaragua vieron surgir sociedades civiles no partidistas conformadas por una constelación de asociaciones y ONG profesionales y muy personalizadas. En su artículo, el autor repasa la constitución de este espacio y sus fuerzas motrices. En primer lugar, muestra cómo la formación de estas sociedades civiles ha sido el resultado de luchas más prosaicas que ideológicas. En segundo lugar, demuestra que su estructuración se basó en su plasticidad y en los efectos de renta que permiten. En conclusión, el autor argumenta que el cierre de los mundos asociativos salvadoreño y nicaragüense ha ido acompañado por una personificación y privatización de las organizaciones que los componen