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Clásicamente, la evaluación neuropsicológica tiene como objetivo una comprensión global del funcionamiento cognitivo del niño, desde una perspectiva de desarrollo. La nueva versión del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) introduce cambios en el enfoque conceptual y clínico de los trastornos del neurodesarrollo en la práctica neuropsicológica. El primer cambio se refiere a la naturaleza del desarrollo y a la posible aparición temprana de los trastornos. La neuropsicología siempre se ha interesado por las trayectorias del desarrollo de cada niño, destacando una variabilidad en la semiología clínica de los trastornos cognitivos con la edad. Sin embargo, ahora es fundamental proponer exploraciones cognitivas a partir de las primeras quejas expresadas por el niño o su entorno. Otro cambio importante introducido por el DSM-5 es el enfoque dimensional, en lugar de criteriológico, de los trastornos. Actualmente, se describe un continuo entre lo normal y lo patológico, con distintos grados de gravedad y un espectro de afectación clínica. Por lo tanto, para proporcionar la ayuda más adecuada a cada niño, la evaluación neuropsicológica debe centrarse no solo en la naturaleza de los trastornos cognitivos, sino también en el impacto que estos tienen en el funcionamiento social, personal y escolar del individuo. Otra aportación clave del DSM-5 tiene que ver con la comorbilidad de los trastornos, es decir, la posible asociación o intrincación de varios trastornos del neurodesarrollo. Este cambio refleja mejor la realidad clínica, la gran variabilidad de los trastornos y su carácter plural. La durabilidad de los trastornos es un último punto fundamental modificado en el DSM-5. De esta manera, esta última versión hace hincapié en la persistencia de los trastornos, a pesar de ciertas ayudas terapéuticas adecuadas. Los cambios propuestos por el DSM-5 aportan nuevas perspectivas a la neuropsicología pediátrica, tanto en la investigación como en la práctica clínica, en especial en la evaluación temprana de los trastornos antes de los tres años y el establecimiento de definiciones más específicas de los trastornos cognitivos en función de los cuadros clínicos que presentan algunos niños y adolescentes.