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Desde hace varias décadas, los científicos sociales se han comprometido en gran medida con el nominalismo epistemológico, llegando incluso a negar la existencia de una realidad social objetiva, independiente de cualquier observación, descripción o interpretación. Esta actitud contribuye a la desmovilización colectiva de los investigadores que creen que la pluralidad teórica es irreductible, que no es posible ninguna síntesis integradora ni ninguna acumulación científica, y que la idea de identificar leyes, principios o invariantes relativos al mundo social es una locura positivista de otra época. Es a partir de este relativismo y de esta falta de ambición general que debemos avanzar.