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La respuesta de John Dewey a las críticas elitistas a la democracia de la primera mitad del siglo XX se basó en una justificación epistémica de este sistema, que el filósofo pragmatista veía como la mejor forma de resolver los problemas e injusticias sociales. Es más, Dewey demuestra que solo una profundización de la participación democrática puede producir el conocimiento de la realidad social necesario para su transformación. El artículo muestra cómo la concepción participativa de la democracia así desarrollada sienta las bases para una crítica epistemológica de las tendencias epistocráticas de las sociedades modernas. Al hacerlo, identifica en ciertos argumentos pragmatistas una prefiguración de las tesis de la epistemología radical que, varias décadas más tarde, articularían la filosofía del saber, la filosofía social y la teoría de la democracia.