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Casi treinta años después del período de la denominada «apertura democrática» y de la agitación por la que estuvo marcada, sabemos, gracias a numerosos estudios, cómo el régimen de Biya ha logrado mantener el mando y poner fin a las ilusiones de cambio alimentadas por sus oponentes políticos. Por el contrario, hay muy poca información sobre cómo los grupos de protesta se han (re)adaptado a este futuro del desencanto. Tomando las manifestaciones públicas como punto de partida, la reflexión analiza lo que supone la vuelta al orden, tras la crítica situación de los «años de brasas», introducida como desplazamientos en las prácticas de esta categoría de actores. Precisamente, intenta mostrar por qué medios, a pesar de la censura administrativa y la represión policial, los grupos de manifestantes logran «arreglárselas» en un contexto extremadamente restringido donde la calle aparece in fine como un espacio político controlado.