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En este artículo, a partir de un caso clínico seguido en PPC, hemos mostrado la importancia de la mirada y de la mediación corporal en el seno de la relación transfero-contra-transferencial. La progresión de las sesiones nos ha conducido a identificar en el proceso un movimiento en el que algo se ha vinculado de manera invasiva y luego en un segundo tiempo desvinculado mediante el restablecimiento de una comprensión esmerada del psicoanalista. Ambos hechos psíquicos interrelacionados han posibilitado aprehender a través de la inestabilidad del funcionamiento del paciente la presencia de bases arcaicas insuficientemente construidas del yo. El trabajo con el paciente ha ayudado al refuerzo del continente psíquico. Las huellas mnemónicas de una historia traumática de la primeros años del paciente serán traducidas y expresables por el habla sin que su aparato psíquico corra el riesgo de desestructurarse. El analista puede lograr como en este caso en la contratransferencia un alucinatorio que posibilite el retomar los traumas y su apropiación por el paciente.