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No se trata tanto de cuestionar las consecuencias de las enfermedades del emperador Meiji en el funcionamiento de las instituciones japonesas como de analizar los problemas que plantea el trato del cuerpo del emperador en un contexto de modernización acelerada, caracterizado por la transición de la medicina chinojaponesa a la occidental. A través de la cuestión de la salud del emperador Meiji y la evolución de las estructuras palaciegas especializadas, se analizan las interferencias entre el cuerpo privado y oculto del emperador, su cuerpo público y expuesto, y su cuerpo político como locus de soberanía. Se concluye que, en el caso de Japón, la preservación de esta tercera dimensión es crucial para la monarquía japonesa, cuya legitimidad está más en consonancia con la continuidad y unidad dinástica que con las figuras físicas efímeras y transitorias de los monarcas que ocupan el trono.