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A menudo se ha señalado que el uso del concepto de sustancia era problemático en las Meditaciones, en relación con la exposición más rigurosa de los Principios. En contra de esta interpretación, este artículo sostiene que el tratamiento analítico de la sustancia no sólo es coherente con el orden de las razones, sino que en él se desarrolla una aventura reveladora: si la reflexión sobre el ego y la cogitatio tiende a hacer de él una cuasisustancia, la fórmula «ego autem substantia» logra en la Meditación tercera una sustancialización que sólo es transitoria. Pues esta fundamentación, basada en la presunción de que el ego se concibe a sí mismo como autor, es inmediatamente cuestionada a la luz de la relación que el ego tiene con el Dios infinito.