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El Ángel, proveniente de la palabra griega Angélos, que significa mensajero, lleva en sí mismo el origen de la ambivalencia: curioso mensajero, habiendo tomado en el arte pictórico cristiano la forma enigmática de ese niño eterno, rosado y mullido, inocente y asexual, el Ángel se ha vuelto el símbolo casi universal del amor. Por otro lado, el “ser-ángel” en un grupo, figura de lo extraño y de la rareza, demonizado o idealizado, representa siempre una “carta exterior”. Ese mensaje indecible, esa “carta” inscripta en el grupo, pero siendo a la vez dirigida al grupo y “escrita” por él, seria portadora de mensajes plurales y a veces contradictorios: mensajes inquietantes, incluso aterradores, pero también alentadores y optimistas. A partir de un ejemplo clínico de psicoterapia psicoanalítica de grupo, este artículo propone el boceto de una problemática relativa a la aparición y el tratamiento analítico en grupo de fenómenos llamados de “angelización”.