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Nuestra experiencia clínica en un hogar de acogida y alojamiento de emergencia nos ha permitido observar que el trauma de los niños recibidos deja huellas ruidosas o insidiosas dentro del hábitat institucional. Estos niños con fuerzas instintivas destructivas atacan tanto al grupo de profesionales de salud como a los muros de la institución. Al mismo tiempo, el grupo de profesionales puede llegar a funcionar como espejo de la población acogida. En este contexto, el fenómeno grupal viene a poner de relieve un fenómeno de excitación conjunta exacerbada, que rápidamente se vuelve imposible de contener. El sufrimiento de los niños, que por contaminación se convierte también en el de la institución, refleja un inconsciente grupal en pérdida de contenencia. Provoca la urgente necesidad de que el clínico restaure los contenedores dañados. La propuesta de utilizar una herramienta de mediación innovadora llamada “la institución maravillosa” podría intervenir como una ayuda para reactivar la función terapéutica.