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En los años treinta, las mujeres del Partido Comunista de España colaboraron con representantes del feminismo y reivindicaron la igualdad de la mujer sin por ello declararse feministas. Durante la Guerra Civil no cuestionaron la asignación de tareas maternas a las mujeres, pero exigieron una participación política en las mismas condiciones que los hombres. Sin embargo, durante la década de los setenta, la cultura política comunista tradicional, basada en una relación de género desigual, fue sustituida por una nueva cultura en la que socialismo e igualdad iban de la mano. Durante la transición democrática las militantes se consideran feministas y exigen que las bases teóricas del feminismo sean asumidas por el Partido.