(T)Raza. El color de la piel, inscripción corporal de un origen servil
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El color de la piel (en este caso el color denominado «negro») y los rasgos fenotípicos que se asocian con él, características físicas que se transmiten por vía hereditaria, han servido de soporte de memoria para atribuir un origen servil en el contexto de las sociedades marcadas por la esclavitud colonial. Este rastro, impreso primero en los cuerpos de los dominados y luego en el de sus descendientes, representa un papel crucial en la invención del pensamiento colonial sobre la raza: en las antiguas colonias se impusieron ideas y prácticas que se aferraban a esta huella, y así es como primero sobrevivieron al orden esclavista que las había visto nacer y luego se difundieron desde ese foco inicial hasta sus avatares contemporáneos. Del posible borrado del rastro a través de múltiples mestizajes nace una obsesión racial vinculada precisamente a la voluntad de revelar distinciones que la vista ya no identifica. El interés por las huellas continuó después de la abolición de la esclavitud y se dotó al mismo tiempo de una nueva dimensión simbólica: aunque primero dependió de una asignación sufrida, hoy en día está dominada en gran medida por una afirmación de sí mismo, como ilustra la «inversión del estigma» que se inició a principios del siglo XX… Esta inversión toma una nueva dirección en este principio del siglo XXI con la llegada de un nuevo paradigma indiciario, el ADN…
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