¿No debemos contar(nos) cuentos?
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Siendo que la psicoapatología ocupaba un lugar de primer orden en la formación de los psiquiatras, tanto en América latina como en Francia, hasta los años 80, parece ser que no tiene en el mundo de hoy más casi cabida en la enseñanza de la disciplina: únicamente las generaciones mayores siguen apegadas a ella, especialmente a la referencia psicoanalítica que, efectivamente, fue predominante (pero no exclusiva) en las concepciones psicopatológicas durante esos decenios. Las influencias norte-americanas contemporáneas van se orientan a considerar la psicopatología tradicional como inutil, beneficiando así concepciones “neurologizantes” en psiquiatría.De este modo, mundos clivados se constituyen, que recubren tanto laas areas d’influencia como las generaciones actuales de médicos.Sin embargo, podemos preguntamos si no es que la psicopatología se ha, simplemente, desplazado, acarreando algunos inconvenientes por cierto, yendo de cuestiones esencialmente centradas en el Sujeto a consideraciones que se reclaman de una ciencia más rigurosa, focalizadas ya en la importancia prevalente de un equipamiento de las fallas del cerrebro cuidadosamente repertoriadas o ya en los efectos dinámicos supuestos de la elaboración de una narración de sí mismo.En este punto, dos preguntas merecen ser planteadas: por un lado, la que concierne a las factores responsables de esta evolución, sin dejar la responsabilidad de los propios psicoanalistas; por otro lado, la de la incidencia real de esta evolución dell ado de los pacientes, los cuales, al menos en el exercicio privado de la profesión, se muestran siempre y aún muy deseoso de hacer escuchar su palabra, incluso a través de referencias psicoanalíticas qui han penetrado ampliamente el pensamiento colectivo.
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