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¿Qué pasa por la mente de alguien que se siente visceralmente «contra la guerra» cuando se descubre como «totalmente contra la guerra»? Dependiendo de su proximidad al conflicto sangriento, esta toma de conciencia tiene diferentes repercusiones. Sin embargo, el reto sigue siendo comprender las consecuencias e implicaciones reales de la guerra actual, sin abandonar su visión de una sociedad libre de este mal mortal —e histórico— de la humanidad. Aparentemente esquizofrénico, pero esencial para la salud mental, este desafío supone la capacidad de mirar con lucidez las limitaciones del presente, cultivando al mismo tiempo visiones de futuro que hayan logrado superar el callejón sin salida de los imaginarios de guerra. Pero ¿es eso posible? Y si es así, ¿cómo?