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Con niños muy pequeños, el analista ocupa una doble posición como intérprete y observador, ya que está profundamente implicado en la clínica misma de los movimientos psíquicos e interrelacionales que percibe. De este modo, es en parte inductor y cocreador de la dinámica que evalúa. La capacidad del analista para movilizar la situación, su ilusión anticipatoria, tiene un valor pronóstico. El trabajo terapéutico se desarrolla a través de modalidades relacionadas con inscripciones no verbales, al tiempo que se mantiene un lugar para el lenguaje. La indicación propuesta obliga a afinar la elaboración clínica, con hipótesis que conducen a apostar por la potencialidad inductora de removilización psíquica de una modalidad terapéutica específica, basada en ciertos contenidos y determinaciones conscientes e inconscientes en los que se ha basado la elección. Estas cuestiones se ilustrarán a través de consultas terapéuticas con un niño muy pequeño y sus padres, así como de su evolución a lo largo de un tratamiento de logopedia.