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Entre los argumentos de los alegatos actuales para destruir el legado de la Ilustración figura reiteradamente la tesis de que ésta dio origen al neoliberalismo. Este artículo emprende un derribo de esta acusación, al mostrar que se fundamenta en menor medida en la lectura en sí de los textos que en la persecución de las posiciones ideológicas que se le atribuyen. Por contra, aplicamos aquí una metodología que hace depender la filosofía de la literatura y sitúa el análisis literario más en la sensibilidad ante el funcionamiento de la lengua que en el capricho de la intención «actualizante». En este contexto, el estudio del término «nación» y su formación como concepto en los textos políticos del siglo XVIII, especialmente en los de Jean-Jacques Rousseau, ofrece un ilustrativo ejemplo. Dotar de contenido a una palabra que ha sido desvirtuada hasta el punto de convertirse en un mero marcador de reconocimiento ideológico proporciona unos resultados en el ámbito de la historia de las ideas, al mostrar cómo la Ilustración pudo reunir opciones políticas hoy consideradas como antinómicas. Pero, más aún, tal estudio contribuye también a revitalizar los imaginarios colectivos, desmitificando la idea neoliberal de la nación definida como marco protector de la creación de proyectos. Lejos de sentirse atacada o de estar a la defensiva, la Ilustración recobra su capacidad de arrojar luz sobre los postulados del discurso político contemporáneo y para desacreditar las falsas evidencias en las que se basa.