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Entre las características específicas de las lenguas de señas (LS) —que recordamos— identificamos aquellas que pueden explicar cómo estas lenguas pueden ayudar a las personas con TEA, consideradas «no verbales», a acceder al lenguaje. Por ejemplo, comparamos su dificultad para decodificar las señales a velocidad normal con la posibilidad que ofrecen las LS de utilizar el espacio: debido a que se inscriben en el espacio y utilizan articuladores más pesados, los signos pueden ralentizarse más fácilmente. Sobre todo, debido a su naturaleza visual y a su estructura basada en imágenes, las LS resuenan con el «estilo cognitivo visual» que es más pronunciado en las personas con TEA que en las personas neurotípicas, ya que las primeras parecen «pensar en imágenes». Por lo tanto, la iconicidad, que es un factor estructurante de toda LS, puede tener un gran impacto en estas personas. Además, a menudo les resulta difícil distinguir la voz de otros sonidos. Sin embargo, mientras que una lengua vocal (LV) es bimodal (canales audio-fonatorio y visual-gestual), una LS es monomodal. Esto podría permitir a las personas con TEA, que a menudo son hipersensibles, tener una percepción preferencial del flujo gestual, en comparación con el del habla en la LV que, al ser multimodal, apela a dos sentidos (el oído y la vista). Por último, analizamos el papel de ciertas estructuras originales de las LS en el desarrollo de la teoría de la mente (ToM) en las personas sordas, destacando cómo estas estructuras podrían influir en el desarrollo de una ToM para las personas con TEA, quienes, como es sabido, tienen dificultades en este ámbito.