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En las últimas cinco décadas, los espacios rurales se han diversificado notablemente, reflejando una profunda recomposición socioespacial impulsada por la inmigración. En los estudios migratorios, observamos una consolidación, durante los últimos diez años, del papel desempeñado por los territorios rurales en la implementación del dispositivo nacional de acogida de personas refugiadas. Este artículo tiene como objetivo analizar en qué medida la llegada reciente de esta población contribuye a la emergencia de un cosmopolitismo rural en espacios no metropolitanos.1 ¿Qué formas adopta este cosmopolitismo? ¿Cuáles son los desafíos y contradicciones que lo atraviesan? Para responder a estas preguntas, se analiza la diversidad de acciones y discursos de los actores locales dirigidos a las personas refugiadas recientemente asentadas. Se concede un protagonismo particular a las y los habitantes, así como a los actores del asociacionismo local.