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Este artículo explora el juego infantil como un «hecho social total», en el que convergen los juguetes, los cuerpos y las estructuras simbólicas. A partir del legado de Marcel Mauss, se investiga cómo el acto de jugar, a menudo percibido como un acto aislado e individual, es en realidad el escenario de una compleja interacción de fuerzas sociales, psicológicas y materiales. Los juguetes no son objetos inertes, sino formas dinámicas que surgen de la tensión entre los procesos colectivos de socialización y la capacidad creativa del niño. A través de los conceptos de significantes flotantes y del tercer lugar del juego, este artículo analiza la transformación de los entornos de juego, desde los juegos tradicionales hasta los productos plásticos y las interfaces digitales. Sostiene que el juguete se convierte en una interfaz simbólica donde la sociedad se inscribe en el cuerpo del niño y donde este, a su vez, redefine el significado social. En la era del plástico y el consumo excesivo, el juego revela tanto la resiliencia como la fragilidad de las formas culturales en evolución.