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La próxima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) comenzará en Belém el 10 de noviembre de 2025. Diez años después del ambicioso Acuerdo de París, que parecía marcar un punto de inflexión en la cooperación internacional contra el cambio climático, el impulso ha decaído: los Estados Unidos de Donald Trump, segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero, han dado marcha atrás y se han desentendido del tema, y si bien la Unión Europea mantiene sus objetivos, muchos de sus Estados miembros (Francia incluida) se enfrentan a intensas presiones para relajar o incluso abandonar las medidas de transición ecológica que han emprendido. En estas condiciones, puede parecer delicado exigir a toda la comunidad internacional —en particular a los países en desarrollo, la mayoría de los cuales (excluida China) tienen emisiones muy bajas en comparación con los llamados países desarrollados— que se fijen objetivos estrictos de descarbonización. Sin embargo, si conseguimos mantener el rumbo de la transición en la próxima COP, el ejemplo de Vietnam podría resultar muy instructivo para muchos países de rápido crecimiento, como muestra este artículo de Hervé Conan, Patrick Criqui y Anaïs Delbosc. Tras recordar el «milagro económico vietnamita» y sus importantes consecuencias en términos de consumo energético y emisiones, los autores presentan la estrategia puesta en marcha por el gobierno del país (en el marco de su «nueva era» de desarrollo) para integrar la cuestión de la descarbonización (mitigación y adaptación, sobre la base de los objetivos negociados en las COP) en sus políticas económicas. Presentan los instrumentos previstos, los posibles mecanismos económicos, sus métodos de financiamiento y, en particular, la opción de un sistema de comercio de cuotas y créditos de carbono considerado como un impulsor para la competitividad y un incentivo para que el sector privado invierta en el crecimiento verde. S.D.