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Este artículo, que parte del relato de una experiencia clínica, constituye un doble testimonio. En primer lugar, el autor evoca la estrecha relación, compleja y a veces paradójica que puede existir entre el odio y el amor. Se ilustran las diferentes expresiones posibles del odio: entre odio manifiesto, a cara descubierta, y el odio disimulado, entre el odio necesario, incluso fundamental, y aquél presente en determinadas situaciones psicopatológicas extremas. En segundo lugar, al hablar de su práctica y su propia vivencia en la sesión, el autor muestra el doble filo de un odio ora separador ora convocante. Ser testigo de la relación del otro con el odio, es estar atravesado por afectos y representaciones específicas y también por la necesidad – ciertas veces – de tomar posición en la cura ya sea con palabras y/o actos. A continuación se muestran los lazos existentes entre el odio, la construcción identitaria y el sentimiento de existir.