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La narración de algunos momentos de la cura de una adolescente presenta cómo las figuras de la agresión siguen las vicisitudes de un «sexual»; se interrogan sus formas cambiantes, en particular en la organización entre la infancia y la adolescencia. La transferencia fomenta juegos y trampas que invitan al analista a modalidades de presencia muy diversas. Al mismo tiempo que la paciente quiere ser una adulta identificándose con el agresor, es la niña que fue la que pide muy frecuentemente ser escuchada.