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Este artículo muestra que la antropología religiosa es el punto ciego del marxismo. No da la razón ni al ateísmo comunista ni a las teologías de la revolución, entendiéndolas como dos caras de la misma hegemonía bíblica ejercida en el lenguaje de las luchas de emancipación. Analiza luego cómo la construcción cruzada de los conceptos de religión y de alienación limita la crítica al capitalismo y al estado. La crítica terrenal debería ser por tanto refundada, si la antropología que la sustentaba se derrumba.