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En precario equilibrio sobre pequeños corceles, los conquistadores españoles luchan por abrirse paso entre las tropas del soberano Atahualpa, que defienden a pie el destino del Imperio inca. La escena es desordenada, a veces tensa, a veces animada, porque la mayoría de los partícipes se encuentran en un avanzado estado de embriaguez. Esta secuencia, que remite al trágico episodio ocurrido en 1532, se representa desde la primera mitad del siglo XVII en diversas fiestas votivas de la sierra central peruana. Hoy en día, aunque los detalles de estas recreaciones pueden variar de un lugar a otro, siempre están financiadas por voluntarios laicos, e incluyen misas, procesiones, bebida, banquetes, danzas colectivas, juegos de lucha, entretenimiento musical y, a veces, un espectáculo taurino. Estas prácticas festivas forman parte de una historia conectada, la de la circulación y reconfiguración de las representaciones de moros y cristianos en el mundo ibérico. Este artículo examina la dinámica institucional, en la intersección de la política y la religión, que ha contribuido al éxito y la estabilidad de esta actuación en los Andes. También interroga la textura de esta larga duración y su articulación con otras temporalidades. A partir de encuestas etnográficas realizadas en Chiquián (Áncash), el estudio se centra finalmente en las temporalidades del ritual: ¿qué pasados, qué presentes y qué horizontes de expectativa encajan en los marcos de interacción de esta representación?