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En los últimos veinte años ha surgido un verdadero campo de investigación francófono que se dedica al estudio de las conversiones religiosas. Salvo raras excepciones, estos trabajos se inscriben en una sociología de la secularización y de la identificación religiosa o en una antropología de la relación individual con Dios que valida el postulado de un creciente proceso de individualización, desregulación y desinstitucionalización de las religiosidades contemporáneas. Las investigaciones empíricas que he realizado sobre los procesos de conversión al judaísmo me han llevado a cuestionar este tipo de planteamientos. La tesis que defiendo es doble: en primer lugar, las trayectorias de conversión no pueden entenderse al margen del entramado relacional a través del cual los conversos se construyen constantemente a sí mismos; en segundo lugar, el proceso formal de conversión sigue estando, en el caso del judaísmo, ampliamente normalizado por las instituciones religiosas. La conversión aparece así como uno de los posibles lugares de definición, enunciación y actualización de la doctrina y las normas religiosas en un contexto de redefinición de la institucionalidad religiosa.