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Las escuelas coránicas del África saheliana tienen hoy una reputación catastrófica. Los responsables políticos, en particular, les acusan de obstaculizar el desarrollo de la región al profesar una forma de oscurantismo hostil al progreso y a la modernidad de inspiración occidental. Peor aún, se les acusa de ser un caldo de cultivo para el terrorismo. Sin embargo, hay que cuestionar la relación entre el analfabetismo, el adoctrinamiento yihadista y el paso a la lucha armada. En Nigeria, los datos cualitativos y cuantitativos recogidos en el estado de Borno, bastión de Boko Haram, no muestran ninguna correlación entre ambos. Los niveles de acceso a las escuelas públicas, en particular, no dicen nada concluyente sobre la intensidad de la violencia y el reclutamiento en las zonas insurgentes. También se constata que las escuelas coránicas no han desempeñado un papel decisivo en el desarrollo de la secta. Esta observación nos obliga a relativizar la importancia del fanatismo religioso.