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La obra de Cesare Lombroso sobre la criminalidad femenina, La mujer normal, la criminal y la prostituta, publicada con Guglielmo Ferrero en 1893, marca el momento en que el criminalista italiano integró sistemáticamente el mundo animal en sus explicaciones sobre la desviación. Fue allí donde movilizó una teoría general de la evolución centrada en la feminidad. Este artículo examina el funcionamiento de este dispositivo a nivel teórico y a través de un ejemplo concreto: las delincuentes. Sugiere que las estrategias textuales y visuales de representación, en particular la virilización, de las que son objeto estas mujeres están estrechamente vinculadas a la teoría de la «superioridad primitiva de la hembra» y la indistinción entre los sexos en las especies animales «inferiores». Paradójicamente, el atavismo de las criminales las acerca así a las cualidades de los hombres, reanudando perversamente el camino evolutivo interrumpido por la «mujer normal», «el hombre detenido en su desarrollo».