Seducir como un pavo real
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En El origen de las especies, Darwin evitó cuidadosamente abordar la cuestión del lugar que ocupa el ser humano en su teoría y en el mundo animal; sin embargo, no pudo eludir el hecho de que esta cuestión ocupaba el primer plano de las preocupaciones de la mayoría de sus primeros comentaristas. En La descendencia del hombre (1871), habló claro. Darwin sostiene allí que las prerrogativas sensoriales y, más ampliamente, intelectuales y morales de las que hace gala el ser humano, incluida la apreciación estética de la «belleza», son compartidas por muchas especies animales. Sostiene la tesis de que la selección sexual, o la lucha por la procreación, es responsable de las diferencias entre hembras y machos. Para él, la selección sexual también es la causa de comportamientos complejos que probablemente sean responsables de la formación de grupos humanos, llamados razas, y del desarrollo de las culturas. Darwin el científico y Darwin el hombre victoriano protagonizan una discusión en la que entran en juego los prejuicios de género y el orgullo imperial.
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