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¿Qué hace que el cuerpo y la mente actúen cuando uno está más allá de toda voluntad? ¿Qué hace que se adopte tal o cual comportamiento, justo cuando la voluntad consciente parece vencida? Lo inconsciente, sin duda. En este punto, más que nunca «el yo ya no es el amo en su propia casa», lo que sin embargo no impide que el yo exista. A partir de ahí, hay que admitir que lo inconsciente parece elegir por nosotros tal o cual reacción del cuerpo o tal o cual lapsus. ¿Pero qué significa justamente que el inconsciente «elige» por nosotros? Es aberrante hablar en este caso de una voluntad, porque la voluntad implica la razón y sobre todo un ser consciente de sí mismo, capaz de hacer elecciones. Pero ¿en qué se basa la acción? Se trata de postular que la acción procedente del inconsciente tiene un sentido y responde a una elección, a un «tipo» de intencionalidad, lo que plantea también el problema más enigmático del determinismo psíquico. Tantas preguntas que llevan a una sola: la voluntad y más particularmente a la pregunta de una voluntad sin sujeto –o una «voluntad inconsciente»–.