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Los talleres pedagógicos que se ofrecen a los niños en los centros de arte suelen ser conceptualizados como una revalorización de la autoestima. En este artículo, intentaremos ir más lejos demostrando que la mediación artística apunta a un más allá de la imagen puesta en juego por el Yo freudiano. En efecto, una práctica artística puede llevar al participante a encontrarse con un punto de intimidad en su interior pero que le es extranjero. Para ello, los mediadores tienen que posicionarse como acompañantes que ponen el saber del lado del niño. Por tanto, la pedagogía que está en juego no es una transmisión, sino el descubrimiento de un saber ignorado al principio. Así, al asistir a estos talleres, algunos niños podrán realizar un encuentro con una parte íntima de sí mismos que antes era desconocida. Se trata, entonces, de abrir una ventana a la ek-sistencia de un punto de real, en el sentido lacaniano, siempre discordante y presente en cada persona. Este punto así aprehendido podría en un segundo momento concordar con los otros y con el mundo: salir de la conformidad y apoyarse en su deseo para orientarse en la existencia.