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La revolución tecnológica ha cambiado los vínculos sociales y la relación con uno mismo. La polifonía de la información simplifica el sentido y fomenta el rumor. La emotividad prima sobre el sentido del encuentro. Deja a los individuos en un estado de angustia en busca de modelos ideológicos. Las instituciones están sumidas en una forma de desorganización con negación del sufrimiento psíquico. La hiperactividad o el retraimiento constituyen las únicas respuestas posibles. El mundo virtual, en modo adictivo, mitiga la pérdida de sentido permitiendo construir identidades prestadas y encontrar una prótesis ideológica. La imposición informativa de la comunicación contribuye a borrar la palabra. Genera una angustia existencial que busca su solución en la adicción a internet. En este contexto, se hace explícita la pertenencia a movimientos terroristas.