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En este artículo, el autor intenta definir la noción de atmósfera desde el punto de vista de la temporalidad; de hecho, es sólo en las profundidades del presente que la posibilidad de tal y tal atmósfera surge en una situación: el objeto que se debe aprehender es fugaz, como el aroma de un vino. Por lo tanto, una doble dificultad epistemológica dificulta su descripción y definición: por un lado, este objeto provisional sólo puede ser abordado de manera holística, porque implica muchas capas de significados enredados e inestables, desde la estética hasta la política, para ser restaurado; por otra parte, su percepción colectiva, la mayoría de las veces no verbal —que no significa inconsciente— presupone una competencia cognitiva colectiva específica y casi inmediata para intercambiar señales efectivas dentro de la misma escena social.