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Publicadas en la segunda mitad del siglo xix, las Œuvres de Lavoisier celebraban al químico francés como el “fundador de la química moderna”, un genio capaz de “revolucionar” todo un campo del saber. No se concede aquí ningún lugar a Marie-Anne Paulze-Lavoisier (1758-1836), esposa y colaboradora de Lavoisier, que fue la mayor responsable de la construcción de este mito entre el siglo xviii y el xix. Aunque invisible en las Œuvres, su trabajo fue representado en realidad de forma mucho más ambivalente durante su vida. Este artículo se centrará en algunas de estas ambivalencias, con el fin de mostrar lo que está en juego en la invención de un Lavoisier “fundador” de un “nuevo” saber.