Ética e instituciones
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En referencia a la «pequeña ética» de Paul Ricoeur («La ética es el objetivo de la "buena vida", con y para los demás, en instituciones justas»), el artículo confronta la noción de «proyecto de vida, proyecto de cuidados, proyecto pedagógico o educativo», tal como se define en nuestras referencias jurídicas, con el objetivo de la buena vida. Así podemos ver la posible deriva de nuestros proyectos normativos. El imperativo del diagnóstico (en particular, el diagnóstico de la estructura psicopatológica) se afirma entonces para salvaguardar la prioridad de una vida «buena» para los pacientes, en lugar de una vida supuestamente autónoma y socializada que precisamente ignoraría los límites impuestos por el sufrimiento psicológico. En una segunda parte, se plantea la necesaria articulación de la atención al otro y la preocupación por sí mismo. Una lectura que solo tenga en cuenta la libertad y la responsabilidad del otro (el deseo del usuario, el consentimiento, etc.), sin tener en cuenta las amputaciones que la patología apera sobre estas competencias individuales, puede conducir al abandono, al maltrato (cf. el Código de Hammurabi). La preocupación por sí mismo nos recuerda que no hay cuidado y acompañamiento del otro si no se cuida al cuidador o al acompañante. Por último, ¿qué es una institución justa sino la que, más allá de la necesaria organización (protocolos, procedimientos, etc.), da plena importancia a las relaciones transferenciales? Esto implica, aunque solo sea para garantizar un buen tratamiento, un enfoque integral de la clínica, la obligación de construir juntos (¡la institución!) modelos de comprensión, coherentes, con base teórica, que den cuenta de la diversidad y variabilidad de los síntomas, un modelo compartido por todos (la institución de nuevo). Y esta construcción no puede prescindir de un enfoque psicopatológico de los problemas de los pacientes.
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