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La terapia ocupacional puede ser una profesión apasionante a lo largo de toda la vida, incluso más allá de la carrera profesional. La autora hace una retrospectiva de la que fue su actividad principal con niños y, luego, con personas con discapacidades y dependencias severas, incluso extremas. Hace veinte años, se desvinculó de los establecimientos médico-sociales para pasar a desempeñarse en un Centre d’Information et de Conseil sur les Aides Techniques (Centro de información y consejo sobre asistencia técnica, CICAT), pero su objetivo siguió siendo el mismo: la calidad de vida en el presente, respondiendo ante todo a las necesidades fundamentales de seguridad, comunicación y desarrollo de toda la autonomía posible. Esto implica una fuerte motivación para formarse, ampliando los puntos de vista, y para colaborar en una competencia colectiva que incluya a los padres. Ante cualquier acto de cuidado o terapia, esa motivación nos invita a cuestionar los métodos, sus impactos positivos y negativos, su sentido para el niño, y a rechazar lo inaceptable: el dolor, el abuso. Nuestra naturaleza humana hace de cada uno una figura de autoridad o un sumiso, un abusador en potencia. También conlleva herramientas para evitarlo, en particular, la reflexión ética y la empatía.