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El periodo de negociaciones que siguió a la votación del Brexit en 2016 estuvo marcado por una considerable inestabilidad política en el Reino Unido. Desde entonces, las divisiones internas del Partido Conservador podrían haber abierto oportunidades al Partido Laborista liderado por Jeremy Corbyn. Sin embargo, la estrategia de «ambigüedad constructiva» que los/las laboristas optaron por adoptar resultó ser un fracaso, lo que se tradujo en su derrota electoral en 2019. Propongo analizar las decisiones tomadas por el partido desde un enfoque que tiene en cuenta el nivel de las élites del partido y el de los/las militantes, a partir de datos cualitativos recogidos en estos dos niveles de la organización. Así, muestro que el control de la dirección sobre el partido dependía tanto de una compleja alianza de actores organizativos como del apoyo de los/las afiliados/as. En el contexto de las negociaciones del Brexit, el aumento de las divisiones internas llevó a la dirección a negarse a tomar una posición clara sobre la posibilidad de un segundo referéndum para preservar el precario equilibrio que la mantenía al control.