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En este artículo, la autora examina su contratransferencia a través de su relato de la terapia de una fratría adulta cuya relación con el encuadre parecía ambivalente. Ella ve en ello la manifestación de alianzas inconscientes, ligadas a lo negativo de la familia, en particular la fratría paterna, y cuestiona su escucha y contratransferencia, obstaculizadas por la particularidad del dispositivo de atención fraterna que aceptó a petición de los pacientes. El duelo de una hermana con discapacidad que murió de niña afectó gravemente el vínculo fraterno, el cual desean «reparar» consultando juntos, transformando el dispositivo en un espacio de juego transicional. A raíz de esta terapia, surgen preguntas sobre lo que no se podía pensar en el neogrupo y sobre lo que las experiencias corporales de la terapeuta le habían llamado la atención.