La familia tiránica y el maestro de las normas
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En este artículo el autor propone la idea de que la norma no es tiránica per se, sino que el funcionamiento de la familia puede conducir a la tiranía en nombre de la norma. Su portavoz sería un maestro, adulto o niño, uno que da arbitrariamente lecciones, que afirma su dominio del grupo. En general, la norma no se origina en el castigo, sino que se basa en sentimientos profundos, la capacidad de empatía y reciprocidad; agrupa, crea un vínculo. Para apoyar su punto de vista, el autor estudia la diferencia entre las sociedades de vergüenza y honor y las sociedades de culpa, donde predominan las formas de organización familiar que expresan sentimientos de vergüenza o culpa, respectivamente, cuando sus miembros tienden a violar las normas.La tiranía de la norma adopta formas radicales en el marco de la omnipotencia parental: una arrogancia que se desliza hacia la ignorancia del valor de los demás. El maestro de las normas necesita una audiencia, un seguidor, un grupo que lo siga. Predica que la dependencia de los demás está lejos de ser una cualidad, más bien una admisión de debilidad, pero en verdad está ansioso por la presencia. En el caso de la cultura de la culpa, el sujeto que viola una norma se enfrenta a sí mismo y a su familia; se pregunta qué dirían los antepasados, aunque puede reclamar culpa por razones menores o negar la privacidad de terceros.
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