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Los accidentes de tráfico graves con una o varias víctimas fallecidas implican y movilizan numerosos recursos humanos y materiales claramente identificados, como las unidades de intervención médica y de rescate (bomberos, ambulancias), las fuerzas del orden (policía, gendarmería), las funerarias y los mecánicos. Sin embargo, también tiene lugar la experiencia de otros profesionales: los agentes de tránsito o patrulleros de carretera. La gestión operativa del lugar de un accidente enfrenta a estos agentes a múltiples pruebas de realidad, incluida la posibilidad de que haya fluidos biológicos (sangre) y restos mortales en las vías. El objetivo de esta reflexión es centrarse en la singularidad de esta misión, lo que está en juego desde el punto de vista emocional y las posibilidades en términos de prevención y acompañamiento a los riesgos psíquicos.