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Si bien la transición energética pasa necesariamente por las ciudades, no puede llevarse a cabo únicamente dentro de sus perímetros administrativos: la mayor parte de la energía que consumen se produce fuera de ellos. Si bien el sistema energético dominante deja poco margen de maniobra a los actores locales, los cambios que se han producido desde el siglo xxi están creando un contexto más abierto. Para contribuir al despliegue local de energías renovables, las ciudades pueden (re)crear vínculos con el campo susceptibles de contribuir a su abastecimiento. Este artículo muestra que estas relaciones ciudad-campo no constituyen en la actualidad la tendencia dominante entre las acción desarrolladas por las autoridades locales. Además, la mayoría de estas relaciones se caracterizan por una lectura centrada en lo urbano: la ciudad capta los recursos del campo para satisfacer sus necesidades. La perspectiva de un mutualismo entre la ciudad y el campo parece estar todavía poco desarrollada, pero representa un potencial real de transformación del metabolismo territorial y de contribución en última instancia a la transición energética.