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Desde el inicio de las rehabilitaciones de los albergues para trabajadores inmigrantes en 1997, el alojamiento de familiares, criticado y calificado de «sobre-ocupación» por los gestores, está puesto a prueba. Condicionados espacialmente en los nuevos apartamentos que sustituyen a los dormitorios y las salas colectivas, los habitantes tienen que lidiar con -y contra- las exhortaciones a vivir solos y los marcos jurídicos, espaciales y técnicos cada vez más estrictos con las prácticas de cohabitación. ¿Cómo las tácticas cotidianas y las «artes de hacer» de los habitantes sortean los obstáculos y las limitaciones constantemente reinventados de los gestores? A partir de la etnografía de una vivienda en Saint-Denis, este artículo traza la trayectoria de una convivencia transformada por la vida cotidiana en migración, así como por la política de gestión cada vez más restrictiva.