Pervertido y perseverante. Deleuze, Lacan, la perversión
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La perversión fue para Deleuze una cuestión esencial, e incluso uno de los nombres de la crítica. Su elogio a la perversión depende de los desplazamientos que le imprime al inconsciente freudiano y que forman parte de las dos grandes ambiciones de su filosofía: suprimir la falta y desactivar la oposición. Reconoce en la individuación perversa un potencial más subversivo que el modelo histérico del inconsciente. La confrontación entre Deleuze y Lacan en torno a la perversión, al representar opciones ontológicas opuestas (univocidad o subjetividad, monismo o dualismo), clarifica la divergencia de sus concepciones con relación al anudamiento de subjetivación e institución. De este modo, permite examinar las prolongaciones políticas de sus pensamientos divergentes con respecto al inconsciente: sus consecuencias en términos de crítica y de división política cuando penetran en el campo social y plantean, a su manera, la cuestión de lo colectivo o del «grupo».
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