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Tras constatar las dificultades de interpretación que plantea la conferencia de Paul Ricoeur publicada en este número, «El poder político: ¿El fin de lo teológico-político?» (1992), Jean-Marc Tétaz muestra que las reflexiones de Ricoeur sobre lo teológico-político forman parte de un triángulo definido por los nombres de Claude Lefort, Hannah Arendt y John Rawls. La cuestión que surge de la confrontación de los dos primeros es el déficit de legitimidad de la democracia. Dado que Ricoeur rechaza la posición de Lefort de que la democracia es una forma política en la que el lugar del poder está vacío, propone concebir una nueva forma de teología política cuyo sujeto sería la comunidad eclesial. La tarea de esta nueva teología política sería mostrar en sus prácticas el poder-en-común en el que se origina el poder político. Siguiendo a Rawls, Ricoeur propone encontrar en el «régimen de vida» específico de las comunidades eclesiales una fuente moral de la concepción de la justicia que organiza las sociedades democráticas. La nueva teología política de Ricoeur se inscribe así en el consenso cruzado en el que Rawls identifica cómo las diferentes concepciones del bien presentes en las sociedades pluralistas contribuyen a la estabilización de la concepción de la justicia.