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Ante la oposición tener/no tener (el pene) que caracteriza la diferencia entre los sexos, Lacan sustituye la oposición tener (para el niño) y ser (para la mujer). A partir de ahí, una serie de consecuencias tanto para la clínica del caso como para la cultura, apta para ponernos en el camino de la inexistencia de la relación sexual, de la antipatía recíproca existente entre los géneros, pero también de esa relativa labilidad entre los géneros, especialmente legible en esta repartición de lo femenino donde el ser mujer compite con el goce fetichista de la madre que quiere posesiones y puede al mismo tiempo –vía el matrimonio– unirse al campo de la dominación masculina o incluso de la dominación de la mujer como mujer. Desde Jeanne, que permanece del lado del ser, hasta Sygne, que lo traiciona todo y se convierte en madre, ilustro esta labilidad de lo femenino. El hombre es menos lábil porque si elige el lado del ser, se vuelve impotente.